Los Países Bajos o Flandes, comprendían en el siglo XVI los actuales Estados de Bélgica. Holanda, Luxemburgo y algunos de los departamentos franceses del Noroeste. Por su riqueza y situación, eran una de las bases de la potencia europea de los Austrias españoles. En la década de 1560 y en nombre de Felipe II, gobernaba allí Margarita de Parma (hija natural de Carlos I) asesorada por el ministro español Cardenal Granvela. Los años 1560-1564 contemplaron la aparición de una oposición concertada a la política del gobierno de Felipe II, agravada por la propagación del calvinismo. La política de intransigencia religiosa impuesta por el Cardenal motivó que los nobles flamencos solicitaran del Rey el relevo del Ministro. La retirada de Granvela. que tuvo lugar en marzo de 1564, dejó el control de los asuntos de Flandes en manos del Consejo de Estado, cuerpo dominado por la alta nobleza flamenca. En el año 1566 se informó a Felipe II de que la situación en los Países Bajos era tan grave que sólo admitía dos actitudes políticas: concesión o represión. Habiendo fracasado abiertamente la primera parecía muy clara la segunda alternativa. En el curso de los meses de octubre y noviembre del mismo año, largas deliberaciones entre el Rey y su consejo español desembocaron en la decisión de enviar a Flandes tropas españolas al mando del Duque de Alba.

El dilema que se le presentaba al Rey era la elección de itinerarios seguros para el envío de tropas. Durante la década de 1540 y siguientes, España había mandado hombres y dinero desde las costas cantábricas a los Países Bajos. Mientras estuvo en guerra con Francia, España dominaba el océano y gozaba de la hospitalidad de los puertos ingleses, incluido el profundo puerto de Calais, donde podían refugiarse o desembarcar. A partir de 1558 se perdieron todas estas importantísimas ventajas.
El primer revés en la posición marítima de España, fue la toma por Francia a los ingleses del puerto de Calais, en enero de 1558. La pérdida de dicho puerto supuso una profunda humillación para Inglaterra, y a España le correspondió inevitablemente parte de la culpa. En el año 1568 unos barcos españoles, que se dirigían hacia los Países Bajos, fueron arrastrados por una tormenta hasta Southampton y la reina de Inglaterra ordenó su captura. A este acto siguió una campaña de agresiones sordas por lo que los barcos españoles navegaban con el temor de ser atacados desde allí.

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