Aunque durante el reinado de Carlos V se generalizó en el ejército el empleo de trajes de corte a la alemana con jubones y gregüescos amarillos acuchillados en rojo, sería inexacto hablar de verdadera uniformidad, puesto que a menudo los soldados vestían de forma arbitraria, ya fuera por dificultades en los abastecimientos o porque los atrasos en las pagas se paliaran, al menos en parte, mediante la entrega de prendas civiles tomadas de las ciudades ocupadas.

Las tropas solían protegerse la cabeza con distintos tipos de cascos, tales como morriones, celadas, borgoñotas, capacetes, almetes y capelinas, y utilizaban, según los casos, media armadura o golas, cotas de malla y chalecos de cuero reforzados a veces con piezas metálicas. Los soldados recibían armas proporcionadas por el rey (Munición Real) sin verse obligados a desembolsar dinero en el momento ya que el precio de las mismas se les descontaba de futuras pagas. No obstante, aquellos que lo desearan podían adquirir y utilizar armas más de su agrado que las que les suministraba el ejército.